Sabemos que aproximadamente el 70% de la población tiene miedo o siente angustia a la hora de hablar en público. Casi todos experimentamos algún tipo de miedo en el trabajo con cierta frecuencia, pero este es un miedo, que por su naturaleza puede afectar al desarrollo profesional.
Hay incluso algunas personas que por un temor irracional a ser ridiculizados en público, eligen no aceptar cargos de mayor responsabilidad y escalar puestos en una empresa.
Hablar en público forma parte del desempeño laboral en muchos puestos de trabajo, como las reuniones con nuestros equipos, las de departamento, presentaciones de nuevos proyectos o eventos de carácter comercial frente a clientes potenciales, negociaciones de ventas, exposición de resultados frente a una junta de dirección o accionistas, etc.
Según el experto en salud laboral y terapeuta Brandon Smith en un post de su página web, al miedo a hablar en público lo define como “una fobia que puede perjudicar gravemente una carrera profesional”.
Para muchos de nosotros, hablar en público supone tensión, angustia es estado puro, y un estado de estrés muchas veces insoportable. En definitiva un obstáculo a superar. Con una sintomatología inmediata amplísima a nivel físico y otra de larga duración a nivel emocional. Estos síntomas pueden ser muy variados, como el temblor en las manos y voz, exceso de sudoración en manos y axilas, aumento de la respiración, alteraciones cardiacas, tensión muscular, pérdida del apetito, insomnio, agitación, dificultad para pensar, pudiendo llegar con alguna frecuencia a sufrir un verdadero ataque de pánico.
Si a esta situación tan incómoda, se suma el miedo irracional a ser evaluado por los demás, o ser ignorado, a pensar que vamos a decir cosas que tengan poca relevancia, a que erróneamente creamos que se nos va a etiquetar como un profesional mediocre, …algunas personas llegan a sentir un sentimiento de fracaso.
Lo que estamos sintiendo, es un cúmulo de emociones que tienden a exagerar la realidad, a ser objeto de juicios negativos, a creer que somos “micro-observados” y, por lo tanto, percibimos esas situaciones sociales como una situación insegura y como consecuencia nuestras emociones reflejan y proyectan esa inseguridad a causa del miedo.
Muy a menudo esta sintomatología provoca un alto grado de interferencia en la vida cotidiana de quienes la padecen.
Con cierta asiduidad vemos que los afectados por este miedo “resuelven“ las situaciones de un modo erróneo: ¡ Evitándolas…!
Veamos algunos ejemplos:
- No participan en trabajos de equipo.
- Hablan lo menos posible en cualquier reunión.
- No aceptan ascensos que impliquen mayor responsabilidad o mayor exigencia en la interacción con otros empleados.
- Evitan hacer preguntas en presentaciones o cursos de formación.
- Evitan realizar presentaciones de proyectos que obligan a exponer en público.
- Evitación de entrevistas laborales.
- En definitiva, evitación de todo tipo de eventos sociales-profesionales.
Es el camino más fácil: las conductas evitativas, “una huida enmascarada”, que lamentablemente no resuelve el problema. El miedo a hablar en público es como cualquier otro, solo se supera con actitudes de carácter expositivo progresivas.
Un buen número de nosotros no nacemos con la capacidad de ser excelentes oradores, pero sin duda podemos trabajar para desarrollar esta útil habilidad.
Una de las mejores maneras de activar esta habilidad es con la “teatralización” de presentaciones en público. Este tipo de práctica ayuda de tal modo, que consigue transformar la “piel de comunicación”, de aquellos que lo prueban, y con la práctica, desarrollar la habilidad proporcionando gran seguridad y solvencia.
Un artículo que he leído recientemente alude a todo lo expuesto y resume que,…
… se sabe que la “dramatización terapéutica”, nos brinda una oportunidad única de enfrentarnos a la barrera que nos impide mostrarnos tal y como somos. Lo cierto es que la interpretación puede resultar un vehículo inmejorable para dar salida a emociones y sentimientos, además de una estupenda plataforma para practicar el arte de hablar en público. Este proceso nos ayuda a olvidarnos de nosotros mismos y, sobretodo, de lo que los demás piensan de nosotros. En última instancia, aprender a exponernos y a reírnos de nosotros mismos es uno de los remedios más eficaces que existen contra el miedo al ridículo, pues nos aporta perspectiva y contribuye a normalizar esa situación que tanto nos incomoda.
Por mi parte solo quiero expresaros que si nos atrevemos con algunas conductas de exposición, y dejamos de ocultarnos, o de tratar de pasar desapercibidos, iniciamos un camino progresivo de autoconocimiento de nuestras propias capacidades de relación. Cuando optamos por mostrarnos damos un paso muy importante hacia la seguridad en nuestras relaciones sociales y profesionales y aumentamos de manera notable nuestra autoestima.
Una sólida autoestima es uno de los factores más influyentes para un buen desarrollo personal y profesional.
El desempeño profesional no debería verse alterado por algo que sin duda afecta a muchas personas, pero que con el debido conocimiento, la práctica y las actitudes de exposición, se puede resolver mucho más fácilmente de lo que la mayoría suponemos.
Miquel Pérez